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Esquema corporal a lo largo del desarrollo
![]() Las observaciones sobre cómo evoluciona la adquisición de la noción del esquema corporal se deben sobre todo a autores como Piaget, Wallon, Lhermitte, Gesell, Zazzo, Turnay, André-Thomas, entre otros. La imagen de nuestro cuerpo se adquiere y está en perpetuo retoque; es algo dinámico, sujeto al cambio. En el recién nacido el espacio corporal y el extracorporal están totalmente confundidos; poco a poco se van separando el uno del otro. El niño aprende a reconocer su cuerpo y a distinguirlo de las demás cosas. En la adquisición del esquema corporal se pueden distinguir varios períodos que vamos a estudiar a continuación. 1. Desde el nacimiento hasta el tercer mes. Este período es denominado por Wallon “el período de la impulsividad motriz”. Cuando el niño nace viene al mundo con una serie de reflejos arcaicos o “automatismos primarios” regidos a nivel subcortical, ya que el cerebro aún no es funcional. Estos reflejos arcaicos son la respuesta a excitaciones concretas y desaparecen al cabo de los primeros meses. El reflejo va ligado a la estructura neurológica y a la maduración del sistema nervioso. Las leyes que rigen el proceso de desarrollo de las funciones motrices y nerviosas pueden resumirse en: - Ley del desarrollo céfalo-caudal, según la cual el desarrollo avanza por ondas desde la extremidad cefálica a la caudal. - Ley próximo-distal: maduran antes las zonas más cercanas que las más alejadas del cuerpo. Como señala Bergeron (1956), parece que la evolución motriz responde a la evolución nerviosa. Las funciones neuropsíquicas serán el final de una evolución jerarquizada que será el paso de: - Más organizada a menos organizada. - Más simple a más compleja. - Más automática a más voluntaria. Los centros nerviosos superiores son los más complejos, los mas voluntarios y los menos organizados. Entre los primeros reflejos o automatismos con los que el niño nace está el de la posición estática. El niño también tiene, poco después de nacer, una disposición a los movimientos alternos de los miembros inferiores, es lo que se conoce como marcha automática. Otros reflejos que podemos encontrar en el recién nacido son: - El reflejo de extensión cruzada.
- El reflejo de succión.
- El reflejo de prensión. - El reflejo de Moro. - El reflejo de Galant o de “incurvación del tronco”. - El reflejo de zancada. - El reflejo de paso de los brazos. A partir del nacimiento se produce una disociación entre los diferentes dominios funcionales. Wallon, (1963) los especifica de la siguiente manera: - El dominio interoceptivo (sensibilidad visceral). - El dominio propioceptivo (sensaciones ligadas al equilibrio, actitudes y movimientos). - El dominio exteroceptivo (sensibilidad a las excitaciones de origen exterior). En cuanto al orden en que aparecen cronológicamente, señala que las funciones interoceptivas son las más precoces y las exteroceptivas las más tardías. Las primeras en aparecer entre todas las manifestaciones orgánicas son las que están relacionadas con el tubo digestivo y la alimentación. Durante los primeros meses de su vida, el niño aprende a conocer las cosas a través de la boca. La vida del niño en este periodo se encuentra dominada por las estimulaciones interoceptivas o propioceptivas que provocan reacciones de agitación global y sin control. Estas reacciones se deben a una actividad automática refleja. Resumiendo, cuando el niño nace sólo dispone de los reflejos o automatismos por medio de los cuales responde a las excitaciones del medio ambiente. De esta manera el bebé entra en contacto con el exterior incorporando aquellos objetos que favorecen la actividad del niño. Durante los tres primeros meses de vida el esquema corporal del niño se reduce a la zona oral y a los datos que recoge espontáneamente de su cuerpo. Los más importantes a este nivel son los datos propioceptivos (musculares, articulares, laberínticos y cutáneos), derivados tanto de la actividad cinética como de la tónica. 2. Desde el cuarto mes al año. Después del tercer mes se va a producir la primera manifestación clara del interés del niño por una parte de su cuerpo: la mano que entra dentro de su campo visual y que él mira largamente. La relación entre la vista y la mano es sumamente importante, ya que esta es la primera vez que el niño pone en relación una parte de si mismo con la vista. La coordinación entre la visión y el juego de las manos, propicia que se establezca una relación entre las sensaciones visuales y propioceptivas. Esta relación puede llevar a la búsqueda repetida de nuevas relaciones sensitivas. El interés por el cuerpo se reduce hasta el quinto mes a las extremidades superiores. La primera en ser vista es la mano exploratriz. A partir de aquí, el niño va a hacer toda una serie de adquisiciones como son el explorar una mano con la otra, el explorar su pie con la boca, etc. Aparece así una nueva actividad creadora de nuevos enlaces músculo-táctiles. Es en esta época, cuando el niño reconoce su imagen en el espejo. El niño adquiere la experiencia de su cuerpo a través de los datos propioceptivos de la actividad cinética y tónica. También tienen importancia los datos auditivos y táctiles. La piel es también muy importante como transmisora de mensajes kinestésicos y articulares que la madre comunica al niño cuando lo mece, le lava o le viste. La piel es la frontera entre el medio interno del niño y el medio externo que lo rodea. No hay que olvidar tampoco el papel de la impresión laberíntica en la adquisición del esquema corporal. Bergés (1960) afirma: “Las impresiones laberínticas parecen estar en relación esencialmente con las modificaciones tónicas de la extremidad cefálica. ![]() Estos reflejos laberínticos hacen actuar de una parte la musculatura axial y de otra la sensibilidad articular y la vista. El niño en el momento de pasar a la postura horizontal, postura tumbada sobre la espalda, a postura vertical, cuando puede mantenerse sentado, necesita un cambio de referencias visuales. Las impresiones que se producen en su aparto vestibular provocan los primeros movimientos de orientación en sus ojos. Lo más importante de esta época es que los datos propioceptivos van a ir perdiendo importancia, poco a poco, en la adquisición del esquema corporal para ir ganando progresivamente el movimiento y la acción del propio sujeto. El niño a partir de los seis meses ve el mundo de manera diferente, ya que lo ve en posición vertical, y puede de esta manera, adquirir una mayor posibilidad de acción, ya que puede alcanzar con su mano los objetos cercanos a él, es decir, que puede ejercer su acción en el espacio próximo. Aún al comienzo de este período el niño no reconoce sus miembros como partes de él mismo. Piaget considera que es durante el noveno mes cuando el niño comienza a distinguir sus manos de los objetos que ellas cogen, de esta manera el niño va separando el espacio de la acción y va elaborando el espacio objetivo; así se va separando el espacio motor del espacio del cuerpo del niño. En este período, la conciencia del cuerpo va a organizarse poco a poco gracias a la actividad motriz, al dolor y a las representaciones visuales. Las partes del cuerpo todavía no están individualizadas ni integradas en el espacio corporal, sobre todo los miembros inferiores que no parece que el niño los considere como integrantes de su persona. 3. Desde el año a los dos años El niño a los doce meses aún no reconoce las formas corporales. Según Piaget, la noción de todo corporal parece definitivamente adquirida a los dos años, pero el conocimiento de la relación de las partes del cuerpo es más tardío. La marcha que se va a producir en torno al año, es un medio de contacto excelente con el exterior. Cuando el niño es capaz de ir de un lado a otro por sí solo adquiere una gran independencia y su espacio de movimiento se amplia considerablemente. El esquema corporal se extiende más allá de la simple suma de los datos aportados por las aferencias sensoriales, vestibulares, propioceptivas y viscerales. El esquema corporal se forma también a través de factores emocionales y sociales. Es a través de la función verbal y simbólica como se forman en nosotros los significados de las partes de nuestro cuerpo, a partir de los cuales se elabora un conocimiento verdadero, más o menos abstracto de nuestro cuerpo. Por otro lado, la formación del esquema corporal no está acabada hasta la adquisición de los mecanismos operatorios que son la continuación de los esquemas motores iníciales, bajo una forma interiorizada y reversible. Gesell insiste en el hecho de que el niño se desarrolla como un todo. Lo que llamamos personalidad no es más que una red organizada y reorganizada de estructuras de comportamiento, en especial de comportamiento personal y social. La organización del comportamiento viene ligada a la maduración nerviosa. Se le ha tachado de se excesivamente descriptivo, pero a seguid de manera extremadamente precisa las diferentes etapas de la toma de conciencia del esquema corporal: ![]() - Sitúa el comienzo de la exploración visual del espacio exterior y de su propio cuerpo entre el segundo y el tercer mes. - Al cuarto mes, mira sus manos mientras juega, chapucea con ellas en el baño, manifiesta con energía su deseo de que le cojan… - Al quito mes, sigue con los ojos los movimientos de un objeto y de sus manos. - Al sexto mes, busca coger un objeto que ve, golpea con la mano sobre la mesa… - Al séptimo mes, busca su imagen en el espejo y la quiere tocar. - Al octavo mes, acaricia su imagen en el espejo y la sonríe. - Al noveno-décimo mes, marcha cuando se le sujeta, va tomando conciencia del espacio gracias a la locomoción. Según Piaget, la noción del cuerpo como un todo unido, independiente y permanente se adquiere hacia los dos años. Entre los dieciocho y los dos años se forman las primeras imitaciones diferidas, estas imágenes diferidas son las imágenes mentales; es en ese momento cuándo ya se puede decir que existe una imagen corporal que no es otra cosa que una imitación interiorizada; después se convertirá en imagen constituida y el esquema corporal sensorio-motor se convertirá en un esquema corporal representativo, figurativo y operativo. 4. Hacia la consecución del esquema corporal representativo y operativo. La orientación lateral del cuerpo en el espacio se adquiere mucho más tardíamente. Entre los cinco y ocho años el niño sólo considera las nociones espaciales de derecha e izquierda desde el punto de vista de los demás y entre los doce y trece años, lo considera ya desde el punto de vista de las cosas mismas, es ahora cuando se objetiva realmente. La representación completa del cuerpo propio sólo estará acabada hacia los once-doce años, donde las condiciones psicobiológicas que han presidido hasta aquí la noción del yo corporal van a dejar sitio a las condiciones psicosociales cuya influencia es capital para el desarrollo del yo psicológico. |
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